A UN TROVADOR
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A un trovador de la vida
le acucian los poemas por la calle,
en el doble espacio de la memoria
sin mediar en la distancia del suceso.
El trovador entra en su sueño
sentado en el piedra filosofal,
escribe los pasajes del momento
con la magia de la comunicación
que ha plasmado en el poema.
Es el visionario de su mentira o verdad
en el abismo de su horizonte
al ver en un instante el mundo
reflejado en la distancia.
No necesita intermediarios
ni atiende a banalidades
que transforman las noticias.
Se preocupa del momento vivido
en su afán de repetir aquellos actos
imaginarios o reales.
Es el comunicador antagónico
de los escándalos sociales
de los egoísmos exarcebados
de los romances escondidos
de los amores imposibles.
Refugiado es su metáfora de la vida
enumera los puntos cardinales
en el camino de la vanidad.
No duerme en el sueño amargo,
es el levantador de conciencias sosegadas
en el fragor de la tempestad social
ante tanta ignominia sembrada.
Con su música y su letra
hace del mundo una copla
y en plazas imaginarias
vierte su trova, la boca.
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