LA HOJA DE LA VIDA
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Cae la hoja lentamente
en el vertido del tiempo,
rompe el embrión de su asidero
mientras el sol es testigo
de su vida y su muerte.
El suelo la recibe cada otoño
con la misma tristeza
del tiempo determinado.
Es el castigo de la naturaleza
que nos hace inverosímiles
en el transcurso de su reinado.
No sabemos lo que somos
en la encrucijada del ser o estar,
dejamos este mundo enarbolado
con hojas caducas y perennes
en el ciclo biológico de la existencia.
Todo es plano en el horizonte
de la mirada perdida
en el precipicio del conocimiento.
El árbol queda desnudo
a merced de los avatares
de la cruda realidad del infortunio.
La naturaleza castiga,
nos hace inverosímiles en el devenir
de nuestra estancia.
Pisamos nuestra propia vida
sin percibir el dolor amargo
del gozo en su plenitud.
Cae la hoja en el jardín de la vida
marcando el abismo de la distancia
en el recuerdo.
Lejos del caudal de la memoria
está el remedio cautivador
de la existencia limitada.
Cambian los sentimientos tan rápido
como las estaciones del año,
mientras las emociones son la clorofila
que se mueve al ritmo
del empuje químico del momento.
La arboleda queda triste
igual que los sueños perturbadores
de la nostalgia de la primavera.
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