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EL RINCÓN DEL

EN MADRID, HACE TIEMPO QUE PERDIMOS LA ESPERANZA

 

 

Érase una  vez una marquesa que habitaba un palacio a consecuencia de un pelotazo ladrillero y decisión del pueblo al que decía servir.

Se rodeaba de fieles, adláteres pelotas que la hacían la corte como siervos a la voz de su amo. Poseía medios de comunicación afines a sus intereses con la pluralidad característica de injerencia. Los profesionales del medio principal de propaganda, llegados por oposición, se negaron a aceptar tan amañadas noticias. El dinero lo puede casi todo y cuando no es de uno, mejor que mejor, se juega más limpiamente contratando a nuevos delfines recién salidos del Zoo para ser domesticados.

La llamaban la marquesa del pan bendito, por su acercamiento a los arrabales de la ciudad, su profundo miramiento liberal a los más necesitados; todo esto bendecido por el clero democrático y constitucional.

Su afán de poder y protagonismo le llevaron a ser temida por su cortesanos. No hacía ascos a nada. Introdujo una red para amañar los contratos de servicios a los actos que acudían, se saltaba las normas de palacio, solo quería a sus amigos dentro del carrusel del negocio liberal.

Todo lo publicado o noticiado era mentira, “exclamaba la marquesa”  sacado a la luz por los medios de comunicación no afines, contando los affaires de la villa y corte. Lo negaba todo…todo, no sabia nada de lo que hacían sus súbditos a los que nombraba y quitaba  a capricho, hasta descubrirse el pastel.

Eso sí, iba a misa a confesar todos los pecados, allí estaba el padre prior repartiendo perdón a modo de embajador divino.

No contenta con las trastadas de sus amigos, recela del comportamiento de alguno de ellos por cambiar de palacio y les monta un espionaje, para seguirles sus pasos por si les puede pillar en algún tropiezo y sacarlo a la luz, una forma de liquidarles de la vida pública. No calculó bien el tiro del cañón sin retroceso y  fue a caer en su propio campo.

Es el poder de los dictadores, los que tiran la piedra y esconden sus vergüenzas, mediante su gran número de fieles cortesanos sin escrúpulos morales.

El pueblo ciego, sordo y a veces mudo, la protegía de sus vaivenes como algo normal, como la vida misma,

Claro pues, el pueblo tenía lo que se merecía.

 

¿Cuando tendremos una justicia democrática en España¿…

 

2 comentarios

EL PONTON DE LA OLIVA -

Gracias amigo por el comentario, no siempre podemos estar de acuerdo.

Huelva -

Valoro el esfuero que ha realizado para realizar el artículo.
Aunque del final no estoy del todo de acuerdo