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EL RINCÓN DEL

CUANDO EL RIO SUENA

 

Las aguas fluyen por la senda calmada del cauce, sus afluentes le suministran el caudal necesario para su formación como líder.

Los manantiales arrastran sus aguas al vertido cotidiano del camino a recorrer. El pantano sujeta la masa que va llegando, la redistribuye conforma a las necesidades que lo van pidiendo los ciudadanos adheridos al guía.

Las tormentas de verano hacen estragos en los  álveos colindantes de los arroyos improvisados por  el aguacero, que  ha pillado desprevenidos a los ciudadanos.

El lodo se precipita de forma descontrolada removiendo el fango a que nos tenía acostumbrado, en señal de controlar el fenómeno.

Los arroyos no son los culpables de tanta presión meteorológica para ensuciar el paisaje brillante del lago artificial, exacerbado por el control.

Libres son los manantiales que aportan los nutrientes, para que sus aguas sean cristalinas y transporten el caudal de la vida, las pasiones movedizas por desviar el curso de la naturaleza, hacen los estragos que padecemos.

Agua que no has de beber, déjala correr.

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Pues amarga es la verdad

quiero echarla de la boca

y si al alma su hiel toca

escorderla es necedad.

QUEVEDO.

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